El Día Mundial del Medio Ambiente, celebrado el 5 de junio, es una oportunidad para explorar una emergente rama de estudio en la criminología: la Criminología Verde y su hermana, la Victimología Verde. Estos campos, centrados en los delitos contra el medio ambiente y sus víctimas, nos retan a reconsiderar nuestra comprensión de lo que constituye un delito y quién puede ser una víctima.
Primero, es importante distinguir entre el concepto de víctima desde una perspectiva legal y desde la criminológica. En el sentido jurídico penal la víctima es el sujeto pasivo del delito, es decir, la persona que ha sufrido un daño directo a causa de un delito. Sin embargo, en un sentido criminológico (aunque no pacífico), una víctima puede ser cualquier entidad – humana, no humana o el medio ambiente en sí – que sufre un daño como resultado de una actividad delictiva (Walklate, S. 2007. Understanding Criminology – Current Theoretical Debates. 3rd edition. Maidenhead: Open University Press).
Dentro del marco de la Criminología Verde, los delitos son acciones que dañan el medio ambiente y, por lo tanto, a todos los que dependen de él. Estos pueden incluir tanto delitos comentidos por personas jurídicas, por ejemplo la emisión ilegal de contaminantes, como delitos individuales, como la caza furtiva.
La Victimología Verde lleva este concepto un paso más allá, explorando no solo quién es dañado, sino cómo y con qué implicaciones. Por ejemplo, se ha documentado que la exposición a la contaminación del aire y del agua puede provocar una amplia gama de problemas de salud en los humanos, desde enfermedades respiratorias hasta trastornos neurológicos (Landrigan, P.J. et al., 2018. The Lancet Commission on pollution and health. The Lancet. 391(10119), pp.462–512).
Por otro lado, los delitos contra la vida silvestre pueden llevar a la pérdida de biodiversidad, interrumpir los ecosistemas y, en última instancia, amenazar nuestra propia supervivencia (WWF, 2020. Living Planet Report – Bending the Curve of Biodiversity Loss).
Y el medio ambiente, como víctima, sufre daños a veces irreparables que pueden alterar sus procesos fundamentales y llevar a la pérdida de ecosistemas enteros (IPBES, 2019. Global Assessment Report on Biodiversity and Ecosystem Services).
Los impactos de los delitos ambientales son a menudo escalofriantes en su alcance y severidad. Pensemos dos ejemplos facilmente identificables: el derrame de petróleo de Deepwater Horizon en 2010 y el caso el accidente de la mina de Aznalcóllar en 1998.
El derrame de Deepwater Horizon es uno de los desastres ambientales más grandes y más estudiados. Este derrame liberó aproximadamente 4,9 millones de barriles de petróleo en el Golfo de México (National Oceanic and Atmospheric Administration, 2020). Los efectos en la vida marina fueron desastrosos. Por ejemplo, se estima que entre 51.000 y 84,000 aves marinas murieron como resultado directo del derrame en el primer año (Haney, J. C., Geiger, H. J., & Short, J. W. 2014. Bird mortality from the Deepwater Horizon oil spill. PLOS ONE.). En el plano humano, las comunidades pesqueras locales experimentaron pérdidas económicas significativas y muchos trabajadores de la limpieza reportaron problemas de salud a largo plazo, incluyendo trastornos respiratorios y de la piel (D’Andrea, M. A., & Reddy, G. K. 2013. Health Consequences Among Subjects Involved in Gulf Oil Spill Clean-Up Activities. American Journal of Medicine.).
Más cerca de casa, un caso significativo en España es el accidente de la mina de Aznalcóllar en 1998. Este desastre ambiental ocurrió en la provincia de Sevilla cuando una balsa de residuos de una mina de pirita se rompió, vertiendo entre 4 y 5 millones de metros cúbicos de lodo tóxico y 1,5 millones de metros cúbicos de aguas ácidas en los ríos Agrio y Guadiamar.
El vertido causó una grave contaminación, afectando a unas 63 kilómetros de ríos y a unas 4.634 hectáreas de tierras (Bañares, Á. 2008. La recuperación de los suelos contaminados de Aznalcóllar. Revista de Toxicología). El desastre tuvo consecuencias dramáticas para la fauna y la flora local, además de provocar la evacuación de personas y la pérdida de agricultura y ganadería en la zona.
Estos casos subrayan la urgencia de una actuación colectiva. En este Día Mundial del Medio Ambiente, os animámos a tomar una mayor conciencia y a aactuar en todos los niveles posibles. Desde brindar apoyo a la promoción de políticas empresariales y públicas más estrictas, hasta a la adopción de decisiones individuales que favorezcan la sostenibilidad: ¡todos tenemos un papel que desempeñar en la lucha contra los delitos ambientales y la protección de nuestras comunidades, nuestra fauna y nuestros preciados ecosistemas!.